Argumento y temas



Tengo que reconocer que, cuando leí por primera vez este texto, no acerté a ver toda la complejidad y densidad que presenta. Pero los libros se perciben de forma distinta con el paso de los años y, al releerlo profundicé en esta auténtica joya y descubrí cómo puede haber tal complejidad y niveles de interpretación en un texto tan breve. Y creo que aún no he acabado de encontrar sus múltiples significados.

Esta breve novela relata las vivencias de una pequeña comunidad aragonesa en los tiempos convulsos previos a la llegada de la Guerra Civil. La vida rural idealizada de un pueblo aragonés, con sus tradiciones y costumbres, se refleja en ella, con sus creencias y rutinas ancestrales, y también con sus desigualdades económicas vigentes desde épocas antiguas. Todo ello se verá alterado con la llegada de la República.

Desde el presente, en que se va a celebrar una misa de difuntos para recordar a Paco, el protagonista muerto un año antes, el lector percibe los remordimientos del cura en el presente por lo sucedido y, en forma de analepsis, conocemos la vida de Paco, desde su nacimiento a su muerte. Con el comportamiento del mosén se pretende reflejar la mala fe de la Iglesia nacional y universal en la fecha del concordato entre el Estado de Franco y la Santa Sede, primera potencia en reconocer la España franquista. (Hay que recordar que en lo religioso Sender  dice de sí mismo como escritor que es un creyente «discrepante y a contrapelo»).

La vida rural

La novela presenta en una primera parte una visión idealizada de la vida rural, casi costumbrista. Se nos relata la vida de una pequeña comunidad en la que suceden las cosas más ordinarias de la vida cotidiana: bautizos, comuniones, bodas... Observamos una aldea con sus costumbres y fiestas, en una convivencia pacífica en que coexisten religión y superstición. Sus tradiciones y costumbres muestran una vida alegre e inocente y un ambiente de solidaridad y tolerancia que se transmiten de generación en generación: los juegos de los niños, los coqueteos y travesuras de los adolescentes, los noviazgos (En el noviazgo de Paco y Águeda se presenta, por ejemplo, la manera tradicional de cortejar a una novia siguiendo un ritual demorado en el tiempo hasta el momento del matrimonio),...

Pero esa visión costumbrista de la vida del pueblo convive con las diferencias económicas de unos y otros: los señoritos /los que viven en las cuevas. Subyace una estructura social casi medieval . En un plano superior está el duque y luego las familias ricas como las de don Valeriano, don Gumersindo y el señor Cástulo Pérez. Están luego los campesinos y, en último lugar los habitantes de las cuevas. Nos damos cuenta de estas diferencias cuando Paco va acompañando al cura a visitar a un moribundo, y en ese momento toma conciencia de la miseria de los más desfavorecidos y afirma que "había gente en el pueblo que vivía peor que los animales."

Los bienes de señorío constituían un sistema feudal en el que los nobles cobraban el arrendamiento de la tierra que se les había donado a ellos por un monarca en algún momento de la historia. Fueron la causa de muchos conflictos durante los años treinta y, en la novela, el objetivo de Paco es dejar de pagar el alquiler al duque (que no ha estado nunca en el pueblo) a fin de usar el dinero para mejorar las condiciones de vida, especialmente las de los más pobres, los de las cuevas.

Las familias adineradas y mosén Millán  consideran a los campesinos poco superiores a los animales. El duque envía un mensaje comparando a los dos cuando insiste en que sus guardas ‘dispararán a cualquier animal o persona’ que entre en sus tierras. Después de la muerte de Paco, es un animal, el potro, el que sirve como un recuerdo de su impacto en el pueblo. Aunque los poderosos aparentan tratar a los campesinos con respeto y afabilidad, muy pronto cambian de actitud cuando se sienten amenazados. Por ejemplo, ante la insistencia de Paco por emprender reformas agrarias, don Valeriano se asombra de que ‘un hombre con un jaral y un par de mulas tenga aliento para hablar así’. Un campesino como Paco debería aceptar su sitio en la sociedad y no atreverse a desafiar a sus superiores. Mosén Millán también ve cierto elemento animal en la clase obrera, creyéndola capaz de ‘bajas pasiones’.

La idealización de la vida campestre en un pequeño pueblo del norte de España, casi tópica, es la que se describe en la primera parte de la novela. En la segunda se va percibiendo de manera progresiva la influencia negativa de la política, de los caciques que no aceptan el nuevo régimen.

El impacto de la política


La representación de la simplicidad de los campesinos continúa en el tema de la política. El lector solo recibe una impresión confusa de los acontecimientos políticos precisamente porque así es cómo los ven los del pueblo. Sender presenta la política como algo que no corresponde a los aldeanos y que solo tiene relevancia, en la opinión de Paco, cuando los nuevos concejales se encuentran en una posición en la que pueden hacer algo sobre los arrendamientos de pastos. El zapatero es el único que parece preocuparse por los sucesos en Madrid y estar al tanto de las noticias. Cuando los campesinos oyen decir que el zapatero es un espía de Rusia, lo único que saben de Rusia es que es el nombre de la yegua de la tahona. Cuando los señoritos llegan al pueblo, el lenguaje empleado por Sender muestra la perplejidad de los campesinos. ‘Nadie comprende’ por qué han venido ni por qué están matando a tantas personas. En la reunión convocada en la plaza, con los discursos y los saludos fascistas, los vecinos del pueblo ‘no saben qué pensar’. Los campesinos son representados como víctimas inocentes de los disturbios políticos de la época. Solo buscan mejorar su calidad de vida y poder pastorear el ganado sin tener que pagar la renta a algún noble desconocido. La ola de violencia y brutalidad que llega con los señoritos está más allá de su comprensión.

La religión y la superstición


A través de la representación del personaje de mosén Millán, percibimos que el novelista no tiene una opinión muy positiva de la actitud de la Iglesia en la época. Sin embargo, hasta cierto punto, la vida de los campesinos sigue el calendario religioso y observa los grandes eventos de la vida, como el nacimiento, el matrimonio y la muerte, dentro de los ámbitos de la Iglesia. No obstante, estos acontecimientos también se combinan con celebraciones puramente folclóricas o paganas como las rondallas durante el noviazgo o la iniciación a la vida adulta mediante el rito de nadar desnudos los chicos en la plaza del agua delante de las lavanderas. Sender muestra la religión como una serie de ritos espléndidos que impresionan a los niños, pero algo de lo que la gente se distancia al madurar, para asistir a misa solo en ocasiones especiales.

La Iglesia, a través de mosén Millán, representa el orden establecido y el respeto por el orden social. Su mundo está dominado por los hombres: el cura y los tres hombres ricos que pagan las reparaciones en la iglesia y que están presentes en el templo al final de la novela. En el pueblo, no obstante, existe una manera más antigua de hacer las cosas simbolizada por La Jerónima, partera y curandera, medio bruja y medio sabia, y las mujeres del carasol y el lavadero.

Mosén Millán y La Jerónima se desprecian mutuamente, cada uno intentando desacreditar el mundo del otro. Cuando el primero descubre un amuleto bajo la almohada de Paco recién nacido, lo cambia por un escapulario. La Jerónima demuestra su desdén hacia el cura al tener sexo detrás de la iglesia. El carasol sirve como un periódico oral en el que las mujeres comparten noticias y comentan los eventos y donde se demuestra la importancia de la figura matriarcal en la vida rural. Durante la primera parte de la novela, hay ambiente festivo en el carasol, mostrando los placeres sencillos de la vida campesina. Esto queda contrastado marcadamente en la segunda parte de la novela cuando el carasol se convierte en el escenario de una masacre y de los desvaríos solitarios de La Jerónima. El destino del carasol refleja la subida al poder de los campesinos y el optimismo que la acompaña, y la pérdida de toda esperanza al final. En la novela se enfrentan dos mentalidades y dos discursos —lo popular y lo eclesiástico— y la única referencia intertextual explícita es a la autoridad de la Biblia, concretamente al Evangelio según San Mateo, el más «humano» de los cuatro, referencia que indirectamente evoca el Sermón de la Montaña.

En palabras de McDermot, “en esta novela de Sender se pueden percibir rasgos de cuadro de costumbres, de cuento folclórico-mágico, la fábula, la lírica, el romance épico, el rito litúrgico y el mito se suman aquí con la novela corta, forma narrativa ideal del modo trágico…equiparable con la tragedia antigua. "En esta visión mítica señala la autora tres grandes sistemas míticos de la cultura universal presentes en la novela: el clásico, el cristiano y el romántico o natural. También resalta la fe viva de los muertos, frente a la fe muerta de los vivos.

La brevedad del texto permite que el autor controle todos los hilos narrativos, toda la trama, y favorece la densidad narrativa y la presencia de distintos niveles de lectura.

La acción en primer plano es relatada en pasado y en tercera persona por un narrador omnisciente. El segundo plano lo constituyen los recuerdos del cura (el pasado del pasado), que en forma de analepsis se intercalan con el presente, aunque este punto de vista no se mantiene siempre y a veces el narrador suplanta al personaje. Se narran el bautizo, la niñez y la primera adolescencia, la boda, noviazgo, matrimonio (que coincide justamente con la proclamación de la República en España) y actuación política, persecución y muerte de Paco el del Molino.