Simbolismo relacionado con el mundo cristiano


En Réquiem se puede observar un doble proceso de sacralización del héroe laico (el revolucionario como figura de Cristo), frente a la desacralización de los valores teológicos del antihéroe sacerdotal: Paco-Cristo/Judas-Mosén Millán. Con Paco se reivindica el cristianismo primitivo, que defiende a los pobres/  la Iglesia que contemporiza con Franco.

El paralelismo que se va estableciendo entre el protagonista y la figura de Cristo es evidente a lo largo de la novela. Con Paco se reivindica un cristianismo primitivo, que opta por los pobres- san Francisco de Asís-, en oposición al cristianismo triunfante en la España de Franco, el nacional-catolicismo. El cura permanece todo el tiempo en el interior de la iglesia, y el significado de esa oposición dentro/fuera, es explicado así por la crítica: 

“La oposición de los espacios está marcada por un afuera portador de una axiología positiva y un adentro que, paradójicamente, contradice los valores morales y refiere a elementos simbólicos de axiología negativa."

En relación con el comportamiento del cura que delató a Paco y contemporizó con el poder está el símbolo de la mancha en la pared, que aparece al comienzo, y que se repite en otras partes de la novela. 

Por consiguiente, la mancha oscura que a lo largo del tiempo se ha ido formando, pone en evidencia por un lado, los factores ideológicos ligados al conservadurismo de la iglesia, al statu quo con el que el cura parece no concordar pero al que accede.

También se puede relacionar con su comportamiento la rama seca de olivo. Simboliza la paz de ese momento, pero es una paz aparente: 

"En un rincón había un fajo de ramitas de olivo de las que habían sobrado el Domingo de Ramos. Las hojas estaban muy secas, y parecían de metal. Al pasar cerca, mosén Millán evitaba rozarlas porque se desprendían y caían al suelo": 

“Es un símbolo del statu quo y del examen de conciencia del cura. Su sequedad está ligada a la pérdida de valores y fe en la iglesia. En la tradición judeo-cristiana, una paloma lleva un ramo de olivo a Noé al finalizar el diluvio al igual que la cruz de Cristo fue realizada en madero de cedro y olivo. No obstante, “en un rincón había un fajo de ramitas de olivo de las que habían sobrado el Domingo de Ramos. Las hojas estaban muy secas, y parecían de metal”. El roce que ocasiona la caída de las ya resecas hojas, es provocado por el paso de Mosén Millán y es un claro indicio de su pérdida de fe. Por último, el incienso está ligado al espacio de la sacristía -centro productor ideológico del relato- que completa la red semántica.” 

En relación con el mundo cristiano, también está presente en toda la novela un paralelismo entre Paco y Cristo. 

Desde el momento de su nacimiento, Paco está rodeado de símbolos que indican que se trata de un personaje emblemá­tico. Nace en invierno: 

"No hubo grandes extremos porque las fiestas del invierno solían ser menos algareras que las del verano." 

El color predominante en el día de su bautizo es el blanco y el oro. El blanco es símbolo de pureza, virtud e inocencia; el oro es luz, riqueza y elevación, asociado a la figura de los dio­ses en la cultura occidental:

"La mañana del bautizo se presentó fría y dorada, una de esas mañanitas en que la grava del río que habían puesto en la plaza durante el Corpus, crujía de frío bajo los pies. Iba el niño en brazos de la madrina, envuelto en ricas mantillas, y cubierto por un manto de raso blanco, bordado en sedas blancas, también." 

El pa­dre de Paco entonces  adopta voluntariamente el papel de san José, al ceder su puesto de progenitor aunque no de tutor. 

"El padre atendía a los amigos. Uno de ellos se acercaba a la cuna, y preguntaba: 
-¿Es tu hijo? 
-Hombre, no lo sé -dijo el padre acusando con una tranquila sorna lo obvio de la pregunta-. Al menos, de mi mujer sí que lo es. "

Por su parte, Mosén Millán es su padre espiritual: 

"Cuando llegaron los que faltaban, comenzó la comida. Una de las cabeceras la ocupó el feliz padre. La abuela dijo al indicar al cura el lado contrario: 
-Aquí el otro padre, mosén Millán. 
El cura dio la razón a la abuela: el chico había nacido dos veces, una al mundo y otra a la iglesia. De este segundo nacimiento el padre era el cura párroco." 

En ese momento Mosén Millán parece intuir que al bebé le espera un destino sublime, pero se equivoca el personaje al vaticinar que "el chico tal ve". 

La superstición también hace su aparición con la presencia de la Jerónima, algo muy propio del sincretismo de las creencias populares: 

"La madrina repetía que durante el bautismo el niño había sacado la lengua para recoger la sal, y de eso deducía que tendría gracia y atractivo con las mujeres. El padre del niño iba y venía, y se detenía a veces para mirar al recién nacido: «¡Qué cosa es la vida! Hasta que nació ese crío, yo era sólo el hijo de mi padre. Ahora soy, además, el padre de mi hijo». "

Sin embargo, una tijera no es suficiente en el caso de Paco, para quien coloca «un clavo y una pequeña llave formando cruz» El clavo hace referencia a la crucifixión, mientras que la llave es el atributo de San Pedro 

"Estaba seguro mosén Millán de que si iba a la cuna del niño, y levantaba la almohada, encontraría algún amuleto. Solía la Jerónima poner cuando se trataba de niños una tijerita abierta en cruz para protegerlos de herida de hierro -de saña de hierro, decía ella-, y si se trataba de niñas, una rosa que ella misma había desecado a la luz de la luna para darles hermosura y evitarles las menstruaciones difíciles. "
En el bautizo presiente mosén la grandeza del que ha bautizado: 

"Hablaba el cura de las cosas más graves con giros campesinos. Decía que la Iglesia se alegraba tanto de aquel nacimiento como los mismos padres, y que había que alejar del niño las supersticiones, que son cosa del demonio, y que podrían dañarle el día de mañana. Añadió que el chico sería tal vez un nuevo Saulo para la Cristiandad." 

"Cuando ésta hubo salido, mosén Millán se dirigió a la cuna del niño, levantó la almohada, y halló debajo un clavo y una pequeña llave formando cruz. Los sacó, los entregó al padre, y dijo: «¿Usted ve?». Después rezó una oración. Repitió que el pequeño Paco, aunque fuera un día mayoral de labranza, era hijo espiritual suyo, y debía cuidar de su alma. Ya sabía que la Jerónima, con sus supersticiones, no podía hacer daño mayor, pero tampoco hacía ningún bien." 

Siempre mostró un carácter pacífico, ene­migo de confrontaciones aunque sin pecar de pusilánime. Tiene armas en sus manos, pero en lugar de utilizarlas prefiere apartarlas del público y ponerlas en lugar seguro: 

"Era ya por entonces una especie de monaguillo auxiliar o suplente. Entre los tesoros de los chicos de la aldea había un viejo revólver con el que especulaban de tal modo, que nunca estaba más de una semana en las mismas manos. Cuando por alguna razón -por haberlo ganado en juegos o cambalaches- lo tenía Paco, no se separaba de él, y mientras ayudaba a misa lo llevaba en el cinto bajo el roquete."

Se convierte en defensor de los miserables, los habitantes de las cuevas, cuando acompaña como monaguillo al cura, aunque este justifica la existencia del mal y la miseria en el mundo, sin hacer nada por remediarla. 

"Fueron a las afueras del pueblo, donde ya no había casas, y la gente vivía en unas cuevas. Una anciana, vestida de harapos, los recibió con un cabo de vela encendido. El techo de roca era muy bajo, y aunque se podía estar de pie, el sacerdote bajaba la cabeza por precaución. No había otra ventilación que la de la puerta exterior. La anciana tenía los ojos secos y una expresión de fatiga y de espanto frío. 

Era ya de noche, y en lo alto se veían las estrellas. Paco preguntó:
-¿Esa gente es pobre, mosén Millán?
-Sí, hijo.
-¿Muy pobre?
-Mucho.
-¿La más pobre del pueblo?
-Quién sabe, pero hay cosas peores que la pobreza. Son desgraciados por otras razones.
El monaguillo veía que el sacerdote contestaba con desgana.
-¿Por qué? -preguntó.
-Tienen un hijo que podría ayudarles, pero he oído decir que está en la cárcel.
-¿Ha matado a alguno?
-Yo no sé, pero no me extrañaría "

El episodio es interpretado por Cline de la siguiente manera:

“En el episodio de las cuevas, el narrador nos presenta un contraste moral entre Paco y Millán. Paco un monaguillo de siete años acompaña a Millán a las cuevas para dar confesión a un pobre anciano que está muriendo. Sin embargo, Millán falla en la ejecución perfunctoria de los últimos sacramentos de las víctimas en el episodio de la cueva, una prueba crucial de su falta de espíritu y caridad cristianos. El narrador usa la expresión “no había luz” dos veces en describir la cueva. La teoría de Hart es que la expresión es una parodia del versículo bíblico del Nuevo Testamento, “Ustedes son la luz del mundo” (Mateo 5:14)."

En la segunda parte de la novela, una vez que ya se ha casado (fecha que coincide con la llegada de la República, en 1931, no por casualidad), se presta más atención a los sucesos políticos, pero el momento de su muerte reproduce el bíblico. Después de haber sido traicionado por mosén Millán es acompañado por dos supuestos ladrones, que no son tales, al igual que Jesucristo.

Paco, como Cristo, será traicionado por uno de los suyos y asesinado. La figura del centurión- nombrada así- ya aparece en las procesiones de Semana Santa en el pueblo, pero será decisiva en su persecución por los fascistas al final de la novela:

"Eso del centurión le parecía al monaguillo más bien cosa de Semana Santa y de los pasos de la oración del huerto. "

Los momentos en torno a su muerte están plagados de pequeños detalles referentes a la pasión y muerte de Jesús. Las campanas son aquí sustituidas por las matracas, que sonaban en Semana Santa en las iglesias:

"Durante el Jueves y el Viernes Santo no sonaban las campanas de la torre. En su lugar se oían las matracas. En la bóveda del campanario había dos enormes cilindros de madera cubiertos de hileras de mazos. Al girar el cilindro, los mazos golpeaban sobre la madera hueca. Toda aquella maquinaria estaba encima de las campanas, y tenía un eje empotrado en dos muros opuestos del campanario, y engrasado con pez. Esas gigantescas matracas producían un rumor de huesos agitados."

Los restos de imágenes sagradas descuartizados o desvencijados al lado del monumento que se colocaba en las iglesias durante la Semana Santa parece premonitorio de la propio Guerra Civil (Se podría comparar la descripción del moribundo habitante de las cuevas con estos restos). 

"Le intrigaban sobre todo las estatuas que se veían a los dos lados del monumento. Éste parecía el interior de una inmensa cámara fotográfica con el fuelle extendido. La turbación de Paco procedía del hecho de haber visto aquellas imágenes polvorientas y desnarigadas en un desván del templo donde amontonaban los trastos viejos. Había también allí piernas de cristos desprendidas de los cuerpos, estatuas de mártires desnudos y sufrientes. Cabezas de ecce homos lacrimosos, paños de verónicas colgados del muro, trípodes hechos con listones de madera que tenían un busto de mujer. en lo alto, y que, cubiertos por un manto en forma cónica, se convertían en Nuestra Señora de los Desamparados." 

MITOS

 Paco se convierte en un mito popular, lo que se transmite en la obra a través un romance, poema del pueblo por excelencia, que nadie puede acallar. En lo que respecta al romance, este va apareciendo de forma progresiva en la novela, recordado de manera fragmentaria por el monaguillo y va informando al lector de la historia de Paco el del Molino, convertido ya en héroe popular tras su asesinato. Su figura se ha agrandado con el paso del tiempo y el poema de carácter anónimo circula entre los vecinos. 

La historia que canta entre dientes el monaguillo se distribuye en doce fragmentos, que reconstruyen los últimos tiempos de su vida: es buscado en los montes, es detenido, el cura lo acompaña para que se confiese y se lo llevan al camposanto. El romance respeta las normas propias del subgénero narrativo, y desde el punto de vista temático, puesto que se centra en el momento climático de la historia del personaje, presenta también paralelismos con la Pasión de Cristo, conducido a la Cruz en donde morirá. He aquí algunos fragmentos, que aparecen diseminados en la obra a lo largo del relato primario de presente reducido en que Mosén Millán está esperando a que acudan los vecinos al funeral en recuerdo de Paco: 

Ahí va Paco el del Molino, 

que ya ha sido sentenciado, 

y que llora por su vida 

camino del camposanto. 

Lo buscaban en los montes 

pero no lo han encontrado; 

a su casa iban con perros 

pa que tomen el olfato; 

ya ventean, ya ventean 

las ropas viejas de Paco. 

aquel que lo bautizara, 

Mosén Millán el nombrado, 

en confesión desde el coche 

le escuchaba los pecados. 

A su vez, el monaguillo va comentando algunas cosas de las que dice el romance y el narrador omnisciente “suple las lagunas en los recuerdos del monaguillo, completa algunos pasajes o bien muestra su desacuerdo con la letra del romance”1:“El cura intervino diciendo que no había razón para sentirse. […]Pero el cura quería evitar que el monaguillo dijera la parte del romance en la que se hablaba de él”

Se trata de un romance noticiero, un romance escena, caracterizado por su fragmentarismo y con recursos estilísticos característicos del Romancero tradicional, como el uso tradicional de formas verbales, repeticiones y fórmulas,… 

Sus funciones son varias: demostrar que el protagonista ha sido elevado a la categoría de héroe por las gentes del pueblo. 

Solo un novelista excepcional puede crear una obra tan sencilla y al mismo tiempo tan densa. Los ejemplos que hemos seleccionado son solo una parte de los que nos muestra esta excepcional novela. 
 J.L. Negre Carasol, “El romance de Paco el del Molino en Réquiem por un campesino español.”, Instituto de Estudios Altoaragoneses